Bronca, expulsión y resignación para Paulo Dybala contra el Real Madrid

Esta vez no hubo críticas en público, y es que Massimiliano Allegri no quiso hacer sangre, pero con la actuación de Paulo Dybala este martes en Champions estaba todo dicho. Otra vez llegaba a un enfrentamiento contra el Real Madrid dispuesto a reivindicarse, y, otra vez más, salió escaldado.

El único reproche que el técnico realizó a su pupilo fue cuando lanzó un balón fuera, para que atendieran a un Dani Carvajal que se dolía tras un choque con Kwadwo Asamoah. Al entrenador italiano no le gustó nada su decisión y así se lo hizo saber, pero tras el duelo le defendió por su actitud y su expulsión. 

Dybala, desacertado y desconsolado

Como ocurrió en el Millennium Stadium de Cardiff, el argentino fue una sombra de lo que aspira a llegar a ser, eso que tanto ansía y que no logra traducir en partidos decisivos, algo que, por contra, sí alcanza Cristiano Ronaldo cada vez que se cruzan. Es cierto que los 'bianconeri' echaron en falta una baja tan importante como la de Miralem Pjanic, pero en su faceta de creador, el de Laguna Larga tampoco estuvo demasiado acertado.

Intentó pases, disparos y regates, pero en la mayoría de ocasiones se quedó en eso, en el intento. En lo colectivo los suyos sufrieron mucho con un adversario que se creció, pero en lo individual, la 'joya' también vivió una noche complicada. Y la guinda del pastel no fue, ni mucho menos, memorable.

Dybala, expulsado como Verratti

Y es que en el minuto 66, Dybala puso el último clavo en el ataúd juventino con una expulsión tan involuntaria como merecida. Tras ver una amarilla al filo del descanso por simular un penalti, Cüneyt Çakır le impuso la sentencia en la segunda mitad, cuando alzó demasiado su pierna al intentar controlar un balón y acabó impactando contra el pecho de Dani Carvajal.

Como ocurrió con Marco Verratti hace algunas semanas, jugar con un hombre menos fue demasiado para su equipo, que se vio mermado y privado de cualquier intento de reacción en su propio estadio. En aquel caso fue en la vuelta, pero en este tocó en la ida y al delantero aún le queda un peaje que pagar. Le tocará ver el partido, desde fuera, y sufrir en silencio con lo que ocurra. Sólo le queda esperar un milagro.