Carta a Messi: "No te vayas, capitán; nos enamoraste"

Es tu culpa, Messi

Te sometiste a un tratamiento doloroso sólo para perseguir el sueño de jugar al fútbol, abrazado a la ilusión como a la pelota mientras dormías. Sufriste el desarraigo de tu familia, sollozando en el avión y destilando magia en el verde césped. Con la zurda. Con la diestra. De cabeza. Con el pecho.

Es tu culpa, Leo

Que gambeteaste a tantos sin un ápice de exageración y provocaste sin buscarlo que volvieran para pegarte, no sólo dentro, sino también fuera de la cancha, porque las patadas que más duelen son esas que te dan en el alma, con palabras, con insultos, y ni hablar de las mentiras.

Es tu culpa, enano

Le escapaste a una Selección plagada de estrellas como cuando te escabullís entre los rivales, sólo para defender la bandera que te envuelve el corazón. Sin embargo, las voces dirán que te correspondía hacerlo, sin conocer las maniobras que se realizaron para que tu esencia quede inmaculada en estos colores.

Es tu culpa, Pulga

No elegiste nacer cuando esta religión buscaba un nuevo Dios. Ya no habrá Diegos, claro. Nos cuesta entenderlo. Pero tampoco tendremos a otro Lionel Messi para desgarrarnos incontables veces la garganta con sus gritos que nos llevaron a tres finales consecutivas.

Es tu culpa. Siempre va a ser tu culpa

Rompiste todos los récords y de igual manera se dan el lujo de discutirte. Quizás todavía cuesta un poco asimilar que existe alguien de tu especie, porque aunque tengas rasgos de humano, a mi no me engañan: vos viniste de otro planeta y aterrizaste en Argentina.

Perdón

En realidad es nuestra culpa. No te valoramos. Delegamos toda responsabilidad en vos, sólo por ser el mejor jugador del mundo. Y ese título no lo establezco yo: lo avalan tus estadísticas y galardones. Te exigimos, en el afán de querer triunfar de nuevo, como si fueras el único que nos representa. Te comparamos. Una, otra, y otra vez. ¡Cómo si fuera posible! Y nos olvidamos de disfrutarte corriendo como joven, definiendo como grande y besándote la camiseta que tantas lágrimas mojaron.

Pero no te vayas, capitán

Porque sin soldados las batallas se dificultan... Aunque no estás solo. Te puedo jurar que no lo estás. Estamos con vos. Siempre. Y esto sí es tu culpa: por enamorarnos e invitarnos a soñar una vez más.