El crack brasileño del FC Barcelona Neymar Júnior no pudo ocupar el tremendo hueco dejado por Leo Messi en el equipo durante el encuentro ante el Bayer Leverkusen. A pesar de que tuvo grandes destellos de calidad, al astro todavía le queda grande el número diez del argentino

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Es más metafórico que material, pero a Neymar Júnior se le sigue atragantando ser el 10 del FC Barcelona. O más bien, ocupar el tremedo hueco dejado por Leo Messi en el juego azulgrana. En la primera prueba de fuego sin el jugón de Rosario, Neymar no estuvo a la altura ni en la influencia dentro del equipo a nivel colectivo ni a nivel goleador. Al crack brasileño todavía le falta madurar.

Y es que Messi sólo hay uno y el actual esquema de juego está hecho para él. Es por ello que a 'Ney', por su cualidades, le puede costar entrar dentro de éste, como la campaña pasada le costó al mismo Leo. El ataque azulgrana ante el Bayer Leverkusen estuvo alocado y falto de un faro que guiase a los suyos. El joven de 23 años le puso voluntad pero debe seguir trabajando con 'Lucho' para encontrar la mejor solución a los partidos que quedan hasta que reaparezca el mejor del mundo.

Ante el Bayer se vio a un Neymar que lo intentó de todas las maneras. Fue uno de los jugadores blaugranas que más participaron en el juego, pero sin esa chispa y esas dotes de liderazgo que se le esperan. Estuvo un poco "chupón" y bastante impreciso en sus pases y jugadas, llegando a perder hasta un total de 19 balones durante los 90 minutos de partidos.

Luis Enrique lo volvió a situar en la izquierda, con Sandro a la derecha y Suárez nuevamente en el centro, pero no fue el de la pasada campaña. En el segundo tiempo, situado más en el centro, se pudieron ver sus mejores minutos. Ayudó a abrir el campo y a encontrar la mejor opción en ataque, pero la presión pudo con él. Eso y que todavía no está a tope tras una pretemporada por la que pasó con más pena que gloria debido a las paperas que sufrió cuando llegó a la ciudad condal. No fue el mejor día de un 'Ney' al que se le sigue atragantando la responsabilidad de ser quien guía a los suyos, pero del que no se debe dudar de que puede llegar a serlo.