Cada día que pasa el desenlace del caso Neymar es más impredecible. Porque las dos partes no se entienden y las relaciones están rotas por completo. Y eso es una verdadera lástima porque los aficionados azulgrana disfrutaron del brasileño totalmente, viendo ahora cómo todo se empaña en los despachos.

Más allá de los dimes y diretes que rodean el actual caso del futbolista brasileño, yo prefiero acordarme del jugador mágico que deslumbró con la elástica azulgrana. Neymar hizo las delícias del Camp Nou cada fin de semana con filigranas que levantaban la admiración de todos y frustraban a los defensas.

Yo jamás olvidaré como Neymar se puso al equipo a sus espaldas ante el PSG para lograr una remontada que forma ya parte de la historia del club azulgrana. Tampoco todos sus regates ante el Madrid o el Atlético. Sus goles que bien podrían exhibirse en cualquier museo de arte. Un virtuoso que formó parte de un tridente prácticamente inigualable. 

Neymar es desborde, es magia, es un jugón. El brasileño marcó goles y asistió, explotó como profesional y demostró estar preparado para el trono del Balón de Oro. Pero escogió el dinero de los jeques del PSG para tratar de ser el mejor del mundo, algo que será complicado mientras Messi siga ahí. 

Junto a Suárez y el propio Messi fue capaz de alcanzar un nivel de efectividad de cara a portería que seguramente no se repetirá en la historia del fútbol.

Ya triunfa en el PSG

Más allá de sentimientos y juicios, la realidad es que ahora toda la magia de Neymar la disfrutan los aficionados del PSG y no los culés. En Francia están enamorados de su facilidad para leer y ejecutar el fútbol. El Barça, aunque fuera su decisión, ha perdido a un jugador realmente increíble.