Uno de los primeros desafíos a los que se enfrentarán Eric Abidal y Ramón Planes en el FC Barcelona será el de cerrar una operación salida provechosa para las arcas azulgrana, y para una misión tan complicada habrá que tantear diversas vias de actuación. Ante la imposibilidad de encontrar pretendientes para algunos de los descartes, ya se empiezan a buscar alternativas.

Uno de los casos más difíciles para los catalanes es el de André Gomes, que después de dos temporadas sin éxito en la Ciudad Condal podría hacer las maletas. El problema para el portugués es que costó 37 millones de euros y no saldrá regalado, por lo que las ofertas a la baja están siendo un obstáculo importante, ya que enviarle cedido no se contempla como solución.

Aún contando que una parte de su fichaje ya está amortizada, las exigencias culés superan los 25 'kilos', algo que sumado a su alto sueldo ha echado para atrás a varios compradores. Al Camp Nou han llegado llamadas desde la Premier League y la Serie A, pero hasta la fecha nadie se ha atrevido a dar el primer paso planteando una propuesta que visos de realidad. 

Así, una fórmula que se ha contemplado en las últimas semanas es la de incluirle en una operación de intercambio, por la que saldría rumbo a otro equipo para abaratar algunas de las incorporaciones que hay en cartera. Con el Bayern de Múnich pensando en reducir efectivos en la medular no sería factible con Thiago, pero Juventus o Tottenham sí han preguntado por él y Miralem Pjanic y Christian Eriksen están en el radar.

El Barça esperará para colocar a André Gomes

Si no hay cambios de última hora en la planificación, el Barça tirará de paciencia para colocar a André Gomes, al que, junto a Rafinha Alcántara, se ve como uno de los activos que pueden dejar más dinero en caja. Ambos son jugadores jóvenes, de calidad contrastada y con varios conjuntos interesados, por lo que la intención es no ceder a las primeras de cambio e ir sin presiones.

Tal y como está el mercado, el precio a pedir debe ser algo más alto que de costumbre, sin cerrarse puertas pero sin hacer regalos, para romper con una tendencia que se estaba convirtiendo en una costumbre poco sana. A los descartes culés toca darles el valor que tienen, aunque eso signifique gastar más tiempo en negociaciones.