Gestionar la plantilla de un grande tiene sus ventajas e inconvenientes, pero lo cierto es que no es una tarea fácil. Los entrenadores tienen a su disposición a los mejores jugadores del mundo pero tienen que buscar equilibrios y oportunidades para todos, porque cuando unos entran, los otros se quedan fuera. Este problema lo tiene Ernesto Valverde en el FC Barcelona, pero debe esforzarse en aprovechar que la temporada es larga y ofrece partidos para todos.

En una campaña en la que se recorren Liga, Champions y Copa del Rey y se quieren ganar las tres, hay minutos para mantener el ritmo de los titulares, pero también para que los suplentes sean importantes. No siempre es necesaria una revolución en las alineaciones o apostar por los cambios drásticos, sino que con algunos ajustes en los onces y varias sustituciones a tiempo se puede hacer mucho con muy poco.

En defensa del Txingurri cabe destacar que en el Camp Nou se vive constantemente sobre sospecha, porque toca ganar siempre y hacerlo bien. Cuatro partidos sin victorias entre septiembre y octubre desataron los nervios en la Ciudad Condal, y aunque en Mestalla se jugó mucho mejor, el empate no bastó para calmar unas tensiones que apuntan siempre, para empezar, hacia el banquillo.

En su obsesión por estar a la altura, el extremeño ha basado su éxito en la táctica, que corrige los despistes defensivos de los azulgrana y mantiene el equilibrio con una ofensiva que está entre las mejores del mundo. En este sentido, ha necesitado cierto margen para adaptar a los fichajes, algo que choca frontalmente con las prisas de un club que está expuesto siempre a la exigencia de los resultados inmediatos.

A costa de encajar algunas críticas, Valverde ha mantenido la preferencia por aquellos que más se han adaptado a sus esquemas. Paulinho lo logró en su primer año, y en este, Arthur es un buen ejemplo. Le costó algunas semanas entender lo que reclamaba el míster, pero en cuanto ha escuchado su propuesta y la ha trasladado al césped, se ha convertido en un fijo. Y en una línea similar se ha movido Rafinha Alcántara.

Valverde debe equilibrar al Barça a base de minutos

El problema aparece cuando los futbolistas en cuestión no son tan dados a ataduras, lo acaba condenándoles al estatus de suplentes. Ousmane Dembélé paga sus despistes a base de banquillo, de donde a Arturo Vidal o a Malcom les está costando salir. La cuestión es que cuando más han crecido algunos de sus pupilos ha sido cuanto más ha aumentado su participación.

De la misma forma que al francés se le notó el cambio cuando empezó a jugar con regularidad, la formación de los suplentes, recién llegados o canteranos es mejor en el campo, donde se pueden probar con fuego real. Vuelve entonces la advertencia de que hay que ganar y seguir luchando por los títulos, pero hay que encontrar un margen que permita aprovecharlos a todos. El año es largo, la plantilla más corta y hay que llegar al final en forma, por lo que los descansos para los titulares pueden ser oportunidades para el resto. Malcom, contra el Inter de Milán, volvió a demostrar porque merece la pena un poco de riesgo.