En el fútbol actual, para el bien del resto, que el Barça juegue con Leo Messi debería ser ilegal. El mejor jugador del mundo tiene tal incidencia con su juego que hace que estrellas mundiales con las que comparte vestuario parezcan simples jugadores llanos postrados a su calidad, habilidad e inteligencia. El diez argentino lo volvió a hacer ante el RCD Espanyol y dejó en bandeja el partido para su equipo.

Lo hizo con tres acciones en las que en las dos primeras se fue de todos los defensores que le salieron a su paso y en la tercera anotó de forma increíble tras una asistencia mágica de Luis Suárez. Todo empezó en el minuto 68 cuando tras un pase de Iniesta, Messi se fue de hasta seis jugadores para plantarse en la frontal del área y chutar. El rechace de Roberto fue a parar a la botas de Suarez que firmaba así su "doblete".

Posteriormente, dos minutos después, Leo volvía a irse de otro buen número de rivales hasta que Reyes tocó desde el suelo el balón, desviándolo a su izquierda. Por allí apareció como un torbellino Jordi Alba para fusilar sin compasión al cancerbero espanyolista.

Al final Messi consiguió su recompensa en forma de gol

Y como el fútbol a veces es justo, el diez blaugrana no podía irse del partido sin anotar un tanto. Este llegó tras una asistencia picada de su amigo Suárez que sorprendió a la defensa rival y le dejó solo ante Roberto. Allí, con una espectacular sangre fría, sacó su puntera para batir de caño al cancerbero.

Un tanto que sirve al atacante argentino para sumar ya doce en LaLiga, igualando con Luis Suárez en la clasificación de "Pichichi". Con ello concluyó el partido, con ese cuatro a uno pero sobre todo con la sensación de que, efectivamente, jugar con Leo Messi es trampa.