Leo Messi es uno de esos futbolistas que aparecen cada mucho tiempo. Quizás es único e irrepetible. Para muchos, nadie le supera, aunque se añada la muletilla de que 'cada contexto es distinto'. Y es verdad, el fútbol evoluciona y a veces comparar es un poco injusto. Pero lo del '10' azulgrana es algo histórico.

Solo el paso del tiempo nos hará valorar realmente cuán importante es su legado. Sólo cuando se retire podremos recordar que un día le marcó 5 goles en la Champions al Bayer Leverkusen, que al Bayern de Pep lo tumbó con jugadas de fantasía y un quiebro a Boateng que dio la vuelta al mundo porque el defensa cayó como si de un desplome se tratase, que al Madrid de Mourinho fue capaz de anotarle dos goles en unas semifinales y en el Bernabéu.

Messi y la Champions equivale a una relación de amor perenne. Ante Olympiacos llegó a los 100 goles y su objetivo es seguir subiendo esa cifra. Por delante, solo Cristiano Ronaldo, que ha jugado más partidos. Lo normal sería que el argentino le superase en un futuro. Volviendo a esas imágenes que no olvidaremos jamás en Europa, evidentemente hay dos goles históricos.

Uno, en aquella final de Roma. Alzándose por encima de la defensa del United, tocando prácticamente el cielo de la ciudad italiana, marcó un gol de cabeza fantástico. Su giro de cuello superó las leyes de la física. El otro, en Wembley, y ante el mismo rival, con un disparo potentísimo desde la frontal del área con la izquierda. Uno de esos goles que ha repetido en otras ocasiones, pero en ese encuentro fue especial, lógicamente, porque encarriló ya la final ante el United de Ferguson.

Nada igual

Seguramente nunca veremos un futbolista igual. El 80% de sus goles son de una factura bellísima. Pero él ha sido capaz de que consideremos rutina algo extraordinario. Ese será su mayor legado. Siempre podremos decir que vimos las andaduras de un genio.