Este domingo, a sus 32 años, Andrés Iniesta demostró al mundo que todavía le quedan muchas temporadas de fútbol espectacular. El capitán del FC Barcelona jugó un papel fundamental para que el equipo conquistara la final de la Copa del Rey 2015-16 contra el Sevilla en el Vicente Calderón. Fue el líder del conjunto azulgrana sobre el césped, ordenó, robó balones, regateó, asistió, generó peligro y también lo desbarató.

Andrés Iniesta estuvo en todas partes, y además siempre que un compañero le necesitaba. Oxigenó al FC Barcelona tras la expulsión de Javier Mascherano midiendo a la perfección los tiempos de cada posesión de balón, y sabiendo exactamente cuándo acelerar o frenar las jugadas ofensivas del equipo. Gracias a él, el Barça jugó resguardado por un ángel de la guarda en el Calderón.

Iniesta puede que tenga un aspecto de jugador frágil, pero su fortaleza mental y calidad futbolística no dejan lugar a dudas de que es uno de los grandes no sólo del Barça, sino de la historia de este deporte. Ovacionado en diversas ocasiones por la afición del FC Barcelona y aplaudido también por la del Sevilla tras algunos mágicos regates, el recital del manchego no pasó desapercibido para nadie y sirvió para que se ganase los elogios de los principales medios de comunicación del panorama internacional.

Con Javier Mascherano fuera, Luis Suárez lesionado y Neymar Jr y Leo Messi agobiados constantemente por la poblada defensa sevillista, Andrés Iniesta se erigió como sorprendente héroe del Barça, más por sentimiento, coraje y ambición que por estadísticas. Porque no marcó y tampoco asistió directamente en los goles -los dos pases los dio Leo Messi-, pero su presencia generó una tranquilidad impagable a toda la afición del FC Barcelona. ¿Es que acaso puede fijarse un precio concreto por ver jugar a Iniesta? No. La magia no se paga con dinero.