Arturo Vidal, uno de esos jugadores que siempre son necesarios

Arturo Vidal fue el futbolista que llegó al FC Barcelona el pasado verano para paliar la baja de Paulinho Bezerra, que regresó al fútbol chino. Pese a que el chileno no tuvo demasiadas oportunidades en el tramo inicial de temporada y que él mismo expresó su malestar en las redes sociales, su situación ha cambiado totalmente y ahora se ha afianzado en el once titular.

En estos momentos, los 18 millones de euros que se pagaron al Bayern de Múnich el pasado verano están más que justificados. Arturo Vidal aporta una intensidad al juego solamente a la altura de la que Luis Suárez le da a la delantera. Futbolistas como ellos son siempre necesarios en un equipo, ya que incrementan el carácter y la competitividad.

Ni siquiera en un partido de muchas rotaciones como el disputado de Copa del Rey contra el Levante hizo que el centrocampista chileno bajase lo más mínimo su nivel de intensidad: peleó hasta el último balón, haciendo un despliegue físico impresionante, robando balones y siendo efectivo en la producción ofensiva.

A sus 31 años, está viviendo una segunda juventud en el FC Barcelona. Las lesiones de rodilla que sufrió la pasada temporada hicieron que el Bayern de Múnich le dejase salir rumbo al Camp Nou sin demasiadas complicaciones, pero el riesgo que corrió el club culé valió la pena. Ahora Arturo Vidal está en un estado de forma envidiable y va a ser difícil quitarle el sitio.

Arturo Vidal, batalla por un puesto con Arthur

En el centro del campo del FC Barcelona, Sergio Busquets e Ivan Rakitic son dos titulares fijos. El tercero en discordia estaba siendo Arthur en un principio, pero la lesión del brasileño a finales de 2018 permitió entrar a un Arturo Vidal que se ganó el sitio con su gran nivel. Con los dos en plena forma, será bonito de ver quién se hace con el puesto.

El brasileño es un jugador que asegura control, ya que no pierda casi ningún balón y hace circular el balón de forma limpia y rápida en un estilo que encaja a la perfección con la filosofía culé. El chileno, por su parte, es todo lo contrario: despliegue puro, presión y llegada, ofreciendo presencia decisiva en las dos áreas. Dos hombres para un puesto que, sea como sea, estará bien cubierto.