Clément Lenglet tiene madera de futura estrella, o al menos eso apunta su progresión. El curso pasado lo jugó prácticamente todo con el Sevilla, convirtiéndose en el jugador más regular del conjunto hispalense a sus 22 años, respondiendo ante cualquier situación y saliendo vencedor en duelos individuales de gran desgaste como el que mantuvo en octavos de final de la Champions League con Romelu Lukaku, del Manchester United.

El potente delantero belga no fue capaz de superar a Lenglet para intentar sellar el pase de los 'red devils' a la siguiente ronda, y Lenglet se impuso de la misma manera que rindió también a buen nivel contra otros delanteros, como Diego Costa (Atlético), Firmino (Liverpool) o el mismo Luis Suárez, convenciendo a los directivos y secretaría técnica del Barça.

Ahora, con 23 años recién cumplidos, aterriza en la Ciudad Condal para dar rienda suelta a sus principales virtudes: el marcaje, la anticipación, la lectura del juego y el juego aéreo, características parecidas a las de Umtiti, y que complementa además con una buena salida de balón desde atrás.

A partir de ahora, tendrá que mejorar la consistencia y regularidad durante los noventa minutos para evitar despistes innecesarios, y también la contundencia en las entradas, aunque naturalmente sin caer en violencia o agresiones como otros centrales de los que no hablaremos ahora.

Con 1,86 metros de altura y zurdo, Lenglet tiene también una buena visión para dar pases en largo desde la defensa, algo que Leo Messi, Dembélé, Luis Suárez, Coutinho y compañía intentarán aprovechar. Aunque no llegó a entrar en la convocatoria de Deschamps para disputar el Mundial de Rusia, Lenglet tiene las características necesarias para triunfar de azulgrana.

Lenglet quiere aprovechar su llegada al Barça

Con el Sevilla ha llegado a disputar un total de 47 partidos y esta última temporada anotó dos goles de cabeza, lo que da fe de que tiene un potencial por explotar en las jugadas a balón parado, de la misma manera que Samuel Umtiti. Llega al Barça para mejorar, y sabe que tendrá que hacerlo si quiere que su billete de ida a la Ciudad Condal no sea, a la larga, también de vuelta.