Hoy es Koeman, antes fue Setién y ni hablar de Valverde. Entre tantos técnicos que pasaron por el equipo siempre estuvo Messi para equilibrar la balanza. Sí, equilibrarla, porque si al comienzo era desequilibrante ahora ya era tal el peso negativo de los demás que incluso con el argentino las cosas estaban iguales.

Messi no podía hacer tres goles por partido siempre y alerta de spoiler, tampoco lo hará Ansu Fati, incluso cuando termine siendo mejor que Lio. La estructura del club está vencida, desgastada y envenenada por los efectos de la fermentación, de un sistema e idea que antes nutrían y ahora intoxican.

Cuando se ruedan vídeos de aquel Barcelona de Guardiola se puede observar un grupo de jugadores muy lejos de físicos marcados, opuestos a un atleta, preparados físicamente para ser rápidos pero también mentalmente ágiles para solapar cualquier carencia al choque. Todavía se recuerda lo mucho que sufrió Messi con aquella entrada de Asier Del Horno en el córner.

Ahora se sigue buscando aquel fútbol y es imposible. Cruyff marcó una época con un fútbol distinto cuando aquello de los espacios no era prioridad, más bien dominaba la garra y el carácter, la misma que hizo de Argentina una selección campeona del mundo precisamente ante la Holanda fundadora del sistema.

Pep esquematizó mucho más las cosas, hizo atrevidos a los jugadores y combinó la chispa de Messi, Alves e Iniesta con los automatismos tácticos de Xavi, los procesos técnicos de Henry y sí, la garra de Puyol. Evolucionó gracias a la mezcla de factores fuertes que iban desde la magia hasta el orden.

Hora de cambiar

Mucho se habla de la filosofía, gen, ADN, idea y cualquier otra cosa que solo llaman al romanticismo del recuerdo épico, de los años dorados recientes del Barcelona y lamentablemente, no hay circunstancias para eso, es mejor dejarlo allí en la hemeroteca y si se saca, que sea para inspirar, no para copiar.

Tratar de tocarle el balón a un Bayern que es capaz pasar de su campo al contrario en tres o cuatro segundos para generar peligro o dominio del área al menos, es un riesgo que solo traerá ocho goles más y no, no habrá nada que aprender en eso, porque la idea no es la correcta. Tener el balón no es tocarlo eternamente.

El mismo que refundó la filosofía en el Barcelona lo hizo en el Bayern sin Messi, ahora en el City y tampoco estaba Lio. Lo que sí estaba en Alemania era la figura clara de dos extremos profundos que hicieran labores de interior efectivas apoyados en mediocampistas mixtos como Kimmich; en Inglaterra puso un eje en medio como De Bruyne y potenció la profundidad de los pases en los mediocentros, dando menos retroceso a sus extremos para tener superioridad numérica en área rival.

En el Barcelona, se sigue tocando el balón en exceso cuando se puede, pero en horizontal; se sigue buscando un diferencial como Messi que estando y ahora sin estar se veía solo; se buscan extremos que juegan ahí porque son rápidos o hábiles, no porque tengan el fundamento táctico para hacerlo de forma efectiva.

Laporta habló sobre potenciar la base y sí, fichó jóvenes y Koeman va subiendo jugadores, pero llegan con la difusa idea de juego que se ha perdido en los últimos años, algo que se profundizó con la salida de Pimienta. Pero lo grave es que además de llegar sin ideas claras o definitivas, no tienen un entrenamiento físico para enfrentarse a Lewandowski en el área, frenar a Sterling en la banda o presionar con criterio la salida de pelota rápida del PSG.