Una rodilla maltrecha, el bajo estado físico y su supuesta inquisición junto a Messi en el vestuario, hicieron que Luis Suárez se despidiera del Barcelona apenas llegó Koeman al club, sin oportunidad alguna de pelear el puesto y tampoco de presentar argumentos. La pasó mal, pero ahora sonríe y mucho.

La pasada campaña con el Atlético de Madrid ofreció un auténtico recital de experiencia al ser el líder goleador de los colchoneros y guiarlos al campeonato, con goles importantes para conseguir los puntos necesarios tanto al arranque inmejorable que tuvieron, como en el final estrepitoso que casi cuenta una catástrofe.

La 21/22 la comenzó al mismo ritmo y siendo uno de los jugadores vitales del club, dejando en claro que ni Griezmann ni Joao Félix pondrán en peligro su titularidad, así como ningún otro jugador. Ante el Valencia, volvió a mostrarse como el depredador del área que suele ser desde joven.

Balón en la frontal que sirvió para mandar un caño que al mismo tiempo fue autopase, sprint endemoniando y definición ajustada. Goles de los que el Barcelona no consigue en Braithwaite, que se pierde en un clásico con Dest, que con la baja de Agüero será más complicado alcanzarlos y que además, sigue pagando.

La ficha de Suárez en el Atlético todavía depende del Barcelona y duele más cuando se sabe que con al menos la mitad de esos goles la situación culé sería muy distinta. Incluso sin el uruguayo, ese dinero se utilizaría en algo productivo para el vestuario culé, carente de opciones, recursos y goles.

Uno más

La permanencia de Suárez como rojiblanco sería hasta esta temporada, pero tanto Simeone como el propio charrúa están encantados del equipo que hacen y se espera que puedan renovar al menos una temporada más, extendiendo la vida en el Wanda para el pistolero en lo que podría ser su última aventura en la élite.