Nada tiene que ver el FC Barcelona antes y después de Andrés Iniesta. Da igual que sea en el Barça-Madrid que en los últimos encuentros del equipo azulgrana. Don Andrés entró en el segundo tiempo justo tras anotar los culés el gol de Luis Suárez y su equipo cambió la cara. El manchego salió con un manual de estilo bien aprendido y le dio a su equipo todo lo que necesitaba.

Lo calmó, le dio esa pausa necesaria sin que rozase la siesta y que provocó un aluvión de oportunidades que los de arriba no supieron rematar. Se fallaron tres goles claro jugando al son que marcaba Iniesta. Y es que con él todos parecen mejores. Sergio Busquets vuelve a ser el mejor mediocentro del mundo, Messi volvía a aparecer y Neymar desequilibraba. 

Seis semanas necesitó el Barça y el barcelonismo para darse cuenta de la importancia que tiene el capitán blaugrana. Después del infortunio de Mestalla, el de Fuentealbilla recuperó la sonrisa al saltar al Camp Nou en el Clásico, e hizo que los suyos lucieran como en los mejores momentos. A pesar del resultado y el empate, lo mejor es que el equipo volvió a recuperar su magia apagada últimamente.

La cara es Iniesta, la cruz es Rakitic

Y si Andrés era la cara de esta peculiar moneda, la cruz era un Ivan Rakitic por el que el canterano entraba. El croata estuvo errático otra vez, no volvió a sentirse cómodo y adoleció de todo lo que le ha hecho triunfar en el Barça de Luis Enrique. Un Rakitic sin llegada, acierto en el pase y esa sorpresa que siempre ha llevado. No hay dudas de que se recuperará al mejor jugador balcánico, pero el equipo lo necesita ya.