Desde hace unos cuantos años que el centrocampista del FC Barcelona Andrés Iniesta es recibido en la catedral del fútbol San Mamés con sonoras pitadas. Algo que contrasta, precisamente, con lo que pasa en el resto de campos de toda España donde, a pesar del color y el sentimiento que se tenga hacia el Barça, Iniesta siempre será Don Andrés y siempre se le despedirá o saludará con una cerrada ovación.

Todo desde que marcara aquel gol en el Mundial de Sudáfrica de 2010 en la prórroga ante Holanda y que le sirvió a la selección española para alzar su único trofeo mundialista. ¡Hasta el Santiago Bernabéu se rinde a él! Algo que contrasta mucho con el recibimiento que justo desde esa misma temporada, la 2010-2011 el campo del Athletic de Bilbao le dispensa al de Fuentealbilla.

Y es que en esa campaña una tremenda falta de Fernando Amorebieta con los tacos de las dos piernas por delante dio con el ocho azulgrana por los suelos. El colegiado del partido no dudó en expulsar al hispano-venezolano, que se fue a vestuarios ante el cabreo del público hacia el trencilla y el jugador lesionado. La afición rojiblanca pensó (y todavía mantiene) la premisa de que Andrés exageró y simuló una entrada que vista cinco años después sigue pareciendo de roja directa y pena de cárcel.

Sin embargo, esa acción puede ser una excusa para la afición vasca que tampoco ve, desde muchos sectores, con buenos ojos aquel gol en el Mundial debido a su arraigado nacionalismo vasco. Además, esta relación de amor-odio siguió latente cuando hace tres temporadas le preguntaban a Iniesta si le resultaba emotivo el jugar el último partido en el viejo San Mamés, a lo que el futbolista contestó con una negativa ya que para él era "un campo más".

Una leña echada al fuego que hizo prender más la hoguera de animadversión hacia el centrocampista castellano. Es por ello que para Iniesta los partidos frente al Athletic y en el País Vasco son especiales, pues en ellos demuestra que está hecho de otra pasta. Así pues, después de su lesión ante el Sevilla FC  que le dejará dos semanas en el dique seco, el de Fuentealbilla no deberá volver a soportar, al menos esta temporada, esos muestras de "poco" afecto por parte de los aficionados rojiblancos.