Los premios individuales son, en un pequeño porcentaje, subjetivos. Más allá de números y títulos hay unas preferencias personales que acaban decantando la balanza en favor de unos u otros. Cristiano es un animal, pero cuesta entender que en los próximos meses vaya a empatar a Leo Messi en números de Balones de Oro.

¿Por qué? Es evidente que Messi está a otro nivel, pero ya no solo de Cristiano, seguramente de todos los futbolistas que han habido anteriormente. Quizás Maradona, Cruyff o Pelé, en su clímax, eran mejores, pero ninguno fue capaz de mantenerse en un nivel tan sublime durante tantos años seguidos. Esa sea seguramente la gran virtud del argentino, que lleva una década impresionando en los terrenos de juego.

Messi ha ido perdiendo -quizás- algo de velocidad en comparación a sus inicios, pero ha ganado visión de juego e inteligencia táctica. En el actual panorama futbolísticos hay que pocos jugadores capaces de entender un partido cómo él. Dónde colocarse para poder tener un impacto positivo en el juego del equipo es difícil y Leo lo ha transformado en algo rutinario.

Cristiano es simplemente -que no es despectivo- un goleador nato. Un depredador que no suele fallar. De cara a portería pocos definen como él. Pero su aportación a nivel colectivo se reduce en exceso a eso. No es aquel jugador desequilibrante de hace años. Tiene velocidad, pero cada vez se ha aclimatado más a estar en el área, no en una banda.

Neymar, el heredero

Si hay un futbolista que puede dominar en un futuro ese es Neymar. Mágico, desequilibrante, genuino. El brasileño hace cosas con el balón que parecen de fantasía. Pero le falta esa voracidad goleadora de los otros dos y, en comparación con Messi, necesita mucha más humildad.

En definitiva, Cristiano se llevará seguramente el premio, pero los que entienden de fútbol saben que Messi está un peldaño por encima. No es desprestigiar al luso, simplemente reconocer niveles distintos. Uno nació para jugar al fútbol, el otro está hecho para jugar al fútbol.