Puede ser que a mucha gente le haya pillado por sorpresa la "rajada" de Luis Enrique hacia la estructura de la Supercopa de España y cómo la enfocan los directivos del fútbol español, más pensada en los ingresos que en la propia competición. A juicio del entrenador del FC Barcelona, cuando un equipo gana LaLiga y la Copa del Rey, disputar el torneo no tiene razón de ser dado que con el "doblete" este título debería pasar directamente a las vitrinas del club en cuestión. 

"Nos gustan todos los trofeos, ya se ve en la intensidad de los jugadores, pero no entiendo muy bien por qué se juega la Supercopa. Cuando hay un mismo ganador de Liga y Copa, no tiene ningún sentido. Está claro que hay business", dijo el entrenador al final de la vuelta de la Supercopa de España ganada al Sevilla FC.  "No estoy en las reuniones de los clubs. Esto funciona así y en un futuro hablaremos de algunas cosas que empiezo a ver complicadillas. No sé por qué ponen impedimentos. El fútbol no puede estar anclado en el pasado ni en métodos arcaicos. Hay que evolucionar, mejorar, así lo hacemos los jugadores y técnicos y los estamentos lo han de hacer. Y si no, es una gran cagada", siguió con su discurso el técnico.

Pero había sido antes, en la previa de la ida que se disputó en el Sánchez Pizjuán, cuando "Lucho" pudo desquitarse de la espina que llevaba clavada desde la temporada anterior, cuand ocayó fuertemente derrotado por el Athletic Club. "Ahora que ha pasado mucho tiempo puedo decirlo, aquello fue una barbaridad. Tuvimos que jugar prórroga, viajar no sé cuantas horas, jugar en menos de 48 horas en Bilbao, volver a desplazarnos... Aquello fue una broma de mal gusto. Ahora lo puedo decir, en su momento me callé y me lo tragué", dijo a los micrófonos de "TV3".