No se puede pretender ganar LaLiga y el resto de títulos en disputa jugando a medio gas, o bien mostrando lagunas defensivas en más de la mitad de los partidos de la presente temporada 2019-20. El FC Barcelona -y en concreto Ernesto Valverde- tiene la suerte de contar en la delantera con algunos de los jugadores más letales del planeta. Leo Messi, Luis Suárez y Griezmann cuando tiene el día suelen resolver gran parte de los problemas del Barça, sin olvidar a otros futbolistas que aportan su granito de arena cuando están sobre el césped, como Arturo Vidal o Ansu Fati.

En la portería Marc-André ter Stegen ha minimizado también los problemas atrás durante gran parte del curso, y se nota cuando no está. No porque Neto sea un mal portero, ni mucho menos, sino simplemente porque no es Ter Stegen. Podría decirse que tanto el ataque como la meta están bien cubiertas, aunque eso no sirve para que el Barça no sufra en casi cada encuentro.

En defensa, Gerard Piqué no puede hacerlo todo. Lenglet está mostrando un nivel irregular en los últimos meses, de la misma forma que sucede con los laterales. Y en el centro del campo, más de lo mismo. Busquets, De Jong y Rakitic han brillado en algunos partidos, pero en otros se muestran espesos, horizontales y sin la frescura necesaria como para romper líneas.

Como bloque, además, el FC Barcelona sufre un síndrome que poco a poco se está convirtiendo en crónico. Con el 'derbi' ante el Espanyol, ya son seis los partidos de Liga que se han empezado perdiendo. Antaño daba la sensación de que, aunque esto sucediera, el equipo tenía la solidez y el equilibrio necesarios como para remontar sin problemas. Ahora, cada vez es más difícil y las remontadas se quedan a medias.

Cuando falta frescura, intensidad y ritmo de juego, el Barcelona se atasca y no sólo le cuesta generar peligro a nivel ofensivo, sino que atrás sufre más de lo esperado. Ese bloqueo mental hace que los rivales se crezcan, y da la sensación de que hoy en día prácticamente cualquier equipo de la élite sería capaz de hacer daño al Barcelona de Ernesto Valverde.

Los rivales se alimentan de los miedos del Barça

Las dudas de los culés en las distintas facetas del juego dan oxígeno a los adversarios, que cuando se miden al conjunto culé juegan siempre con una motivación extra dado el nombre y prestigio del club. Con los números en la mano, cualquier crítica al equipo azulgrana podría parecer exagerada: marcha líder en LaLiga -empatado con el Real Madrid-, está en octavos de Champions League -clasificado como primero de grupo- y en los próximos días puede ganar el primer título de la temporada, la Supercopa de España.

Las sensaciones, sin embargo, suelen ser contradictorias y el único consuelo es que a los rivales directos les está sucediendo lo mismo, o incluso en peor grado. Precisamente por eso, el Barça debería aprovechar la situación para mejorar sus debilidades, mostrarse más contundente y dominar de forma hegemónica, sobre todo en LaLiga. Tiene equipo de sobras para ello. El problema es que hay que creérselo... y a día de hoy, además de buen juego, falta confianza.