Toca reflexionar profundamente sobre la irregularidad de un FC Barcelona que lleva seis partidos consecutivos ganando pero que todavía no sabe a qué jugar, si está a oros o a bastos o qué teclas tiene que tocar para que las sensaciones mejoren. El partido contra el Slavia Praga, en el que los checos acorralaron a los catalanes​, es la mayor prueba de que al juego culé se le ven las costuras.

Viendo el once tipo que Ernesto Valverde está empleando, la apuesta por la posesión y el toque parece clara. Sergio Busquets, Arthur Melo y Frenkie de Jong son los centrocampistas mientras que, en el tridente ofensivo, la presencia continuada de Antoine Griezmann y Leo Messi suponen una apuesta por el juego asociativo y la circulación rápida de la pelota.

Pero a la hora de la verdad, este Barça no está respondiendo como debería. El campeón de la modesta liga checa ahogó a un Barça que se vio incapaz de evitar las ocasiones y el dominio rival en el tramo final tanto del primer como del segundo tiempo. Los azulgranas parecían mermados físicamente y sin ideas para salvar la presión rival.

Ahí está uno de los grandes problemas culés: en las épocas de más éxito del equipo, era el Barça el que ahogaba a su rival con una intensa presión que permitía recuperar el balón en zonas peligrosas. Ahora, es el propio Barça el que en ocasiones se ve sometido a esa presión y que, cuando toca ejecutarla, no es precisa y deja al equipo expuesto en defensa.

El partidazo del Barça contra el Eibar parece ahora un mero espejismo. Contra el Slavia, Antoine Griezmann volvió a estar inoperante encajonado en su banda izquierda, el centro del campo perdió balones incomprensibles y volvió a faltar contundencia defensiva en algunas ocasiones que se podían evitar.

Así no se ganan títulos

Hasta el momento, el FC Barcelona no ha tenido partidos contra aspirantes directos a ganar la Champions League. Los tests más serios fueron contra el Borussia Dortmund (0-0) y el Inter de Milán (2-1) y en ambos el resultado fue de lo poco salvable. Equipos como el Liverpool, el Manchester City o el Bayern de Múnich no perdonarían lo que sí perdonó el Slavia.