El partido ante el Bayern Múnich en el estreno de Champions League dejó muchas puertas abiertas y no precisamente para entrar en un espacio de calma. Cuando cayó el 2-8 en Lisboa se entendió como bálsamo de que por fin terminaba la tormenta y comenzaba el camino a la resurrección futbolística.

Pero nadie dijo que sería un camino corto, de hecho, nadie dijo que se lograría. Apareció Koeman para dar un vuelco a la plantilla hace una temporada y al menos en España les devolvió la competitividad, el hambre y la actitud, aunque en algunos tramos de la campaña hizo falta y se volvió a errores del pasado.

Volviendo al juego, las malas sensaciones se apoderaron del ambiente desde el minuto uno. Koeman estaba muy seguro de no poder pelear de frente al Bayern en estos momentos porque el precio podría ser una sangría como la de aquella noche en Lisboa, pero Naggelsman estaba preparado para todo y destruyó el plan.

Espacios, propuestas, presiones y demás conceptos tácticos que poco vienen al caso porque el dominio teutón fue muy claro hasta para los que veían por primera vez un partido de fútbol, pero si alguien se llevó una sorpresa fue el culé, dentro y fuera del club, atónitos ante la respuesta del entrenador.

Koeman no supo hacer otra cosa, quedó anclado en su idea inicial para llevar el partido y pueden acusarle de terco o soberbio, pero no movió un dedo ante el Bayern y se veía constantemente superado pese a la línea de tres defensas que plantó, esperando un milagro o el funcionamiento que seguramente solo estaba en su cabeza.

Y ese, el detonante

Ya se asomó la posibilidad de mutar al club esta campaña para regresar al estilo histórico que tiene y jugar a lo que todos conocen, pero lejos de eso, se ha visto un equipo más rocoso con la salvedad de Depay en el campo, que aterrizó lleno de calidad pero ante un equipo como el Bayern, el truco no capta la atención.