En mitad de una noche fantástica para Leo Messi, con la exhibición de su sexto Balón de Oro ante el público del Camp Nou y un 'hat-trick' descomunal contra el Mallorca, lo único que le hizo enfadar este sábado fue el rifirrafe que mantuvo con el técnico visitante, Vicente Moreno. Todo ocurrió en el minuto 36 de partido, cuando 'La Pulga' recibió una dura falta del lateral bermellón, Joan Sastre.

La patada por detrás dejó al futbolista argentino dolorido en su rodilla derecha. De hecho, el '10' tuvo que quedarse unos segundos en el piso doliéndose del golpe, antes de poderse levantar. Pese a lo aparatoso de la entrada de su jugador, y de que era muy claro que debía sancionarse, el entrenador del Mallorca protestó que el árbitro, Munuera Montero, indicase la falta.

Eso sacó de quicio a Messi, que justo después de recuperarse se dirigió hacia él con la mirada tensa, reprochándole que se atreviera a criticar una acción tan clara cuando estaba justo delante y la había visto perfectamente. Tan airada fue la reacción de Messi que llegó a señalarle con el dedo índice de su mano derecha, acercándose al área técnica de Vicente Moreno.

Lejos de recoger cable, Moreno se mantuvo en sus trece y se mostró tenso cuando el cuarto árbitro acudió a su zona para pedirle que dejase sus protestas. Después, siguió quejándose sentado en el banquillo, criticando que no se pudiera hablar con el futbolista del FC Barcelona.

Intentar descentrar a Messi no es una buena estrategia

El caso es que la escena no sirvió para descentrar a Messi, sino más bien todo lo contrario. El argentino ya tenía un gol en el saco y, pocos minutos después del rifirrafe con Vicente Moreno, protagonizó la diana del 3-1 con un gran disparo a media altura desde fuera del área, colocado y con rosca. No sería su último gol del encuentro, pues en el minuto 83 culminaría el 'hat-trick' a pase de Luis Suárez, con un tiro que tocó el travesaño antes de entrar.

Lo de Vicente Moreno, en definitiva, quedó en un intento del entrenador bermellón de descentrar al argentino. Sin éxito, por supuesto. Una mera anécdota que ya está olvidada, aunque seguro que más de un aficionado culé se habrá quedado ya con la cara del preparador para silbarle en futuras ocasiones, si es que regresa algún día al Camp Nou como entrenador visitante.