La derrota en Lisboa no es para chistes más allá de lo que puedan dejar las paradojas y curiosidades, como aquella de llamar “campo maldito” al recinto que recientemente vio un 8-2 y 3-0, también pasando por la seriedad de criticar una actitud tan reprochable como inexplicable en el equipo.

Fuera lenguaje técnico, aparte los conceptos de fútbol profundos que el fanático no quiere en estas situaciones aunque los conozca bien. La grada se llena de árbitros, panaderos, ingenieros, jardineros y de cualquier otra profesión, pero todos con el denominador de hincha para un equipo, el que sea, en este caso el Barcelona.

Intensidad

¿La hay? ¿Realmente hay jugadores que puedan ser intensos al jugar con este equipo? No hablamos de ir con fuerza a un balón, ni de arriesgar una expulsión en poco minutos. Se trata de darle fuerza a lo que se hace, de avanzar con criterio y determinación, que la intensidad sirva para estar más concentrado que el rival.

El Benfica y el Barcelona son equipos grandes respaldados por la historia, un poco más de fuerza para los culés por lo reciente y las estadísticas globales, pero la medición de peso era propicia para dar un golpe. Los encarnados, el Bayern y la sensación de que cualquier otro equipo de trayectoria puede atropellar cuando quiera.

Reiterativo

Desde la remontada ante el PSG seguramente hay pocos juegos que dejen un recuerdo de orgullo o esfuerzo considerable. De hecho, aquel encuentro no fue el más brillante del club en temas tácticos o técnicos, pero sí había una plantilla que tiraba con fuerza hacia el objetivo y se notó con los 6 goles marcados.

En los últimos años parece que cualquier club grande pueda revertir lo que sea, incluso cuando llegan a la vuelta con una goleada encima como pasó con la Roma y el Liverpool en su momento. Este Barcelona, tal como está, parece un ciclo interminable de golpes y atropellos que no terminarán cada vez que el obstáculo sea de buen tamaño.