Iniesta y el comienzo de su legado como culé en La Masia

Mucho se recuerda actualmente a la generación de canteranos que humillaron a todos los equipos que enfrentó con un juego formidable, toques sublimes y un Messi lanzado como nunca, que no era el único, pero sí el más visible. En esa camada exitosa, un nombre apareció con fuerza: Andrés Iniesta.

Cuando comenzó a jugar Guardiola no estaba por la labor de hacerle titular indiscutible tras lo poco que se vio con Rijkaard, pero el tiempo pasó en su favor y el manchego aprovechó cada espacio para terminar siendo uno de los bastiones principales del mediocampo más brillante de la historia culé.

Hace 25 años llegó al club para formar parte de La Masía y desde entonces, pese a los cantos de sirena del Real Madrid y algunos gustos que tuvo de chico, se identificó al máximo con el club y día a día se hizo un hueco. Meses atrás recordaba como lloraba y extrañaba a su familia, aunque también lo valora mucho.

Iniesta se convirtió por derecho propio en estrella de la historia azulgrana y uno de los capitanes más queridos pese al poco tiempo con el brazalete. El tándem que formó con Xavi es difícil de emular y seguramente, sea imposible de hacerlo, por lo que mientras los años pasan el valor aumenta.

Con la selección dejó una huella importante tanto por su juego como por ese bendito gol ante Holanda en Sudáfrica, para completar la vitrina con el título que le hacía falta. Camisa para Jarque, córner con gritos de rabia e ilusión, las lágrimas de Casillas en el fondo y el pecho de Xabi Alonso adolorido, todo eso se concentró en un breve momento a pase de Fábregas, otro canterano.

Lejos, pero no ausente

Su vida actual se desarrolla en Japón con el Vissel Kobe, club de la liga nipona en la que es embajador y estrella, con goles que demuestran que la clase se sobrepone al físico en eso de la edad. Pese a lo lejos, sigue estando al día con lo que sucede en el Barcelona, el equipo de sus amores.