Las intimidades de la juventud de Luis Suárez

Todo el mundo sabe que uno de los mejores jugadores del mundo y delantero del FC Barcelona Luis Suárez no tuvo lo que se puede decir una infancia fácil. De una familia humilde, el nueve blaugrana tuvo que luchar contra viento y marea para poder hacer un hueco en el fútbol profesional sin ningún padrino ni nadie que le pudiera "promocionar" a un equipo de nivel.

Nadie había hablado tanto de su infancia como su madre Sandra Díaz, que fue entrevistada para un reportaje publicado este octubre en la revista "Panenka". Una entrevista en la que Sandra habló de cómo era "Luisito" de joven. Por ejemplo, sus penurias económicas le hacían ir mucho tiempo descalzo: "Las únicas zapatillas que tenía eran para la escuela, no para jugar al fútbol. Así que solía jugar descalzo con tal de no perderse los partidos (…) Siempre andaba con el drama de las botas".

Cuando su familia llegó a Montevideo procedente de Salto, Suárez fue a probarse a un equipo de gente adinerada, el Urreta. "Lo llevé un día de noche y me dijeron que ya habían hecho la selección, porque cuando empiezan van como 20 ó 30 y dejan a 15 ó 16. Entonces fui y le conté al técnico la situación, que yo venía de Salto y Maxi, el hermano, lo acabó de convencer asegurándole que Luis era un gran goleador. 'Ah, ¿hace goles? Bueno, vamos a probarlo. Tráigalo el jueves y vamos viendo, pero no le aseguro nada', respondió el entrenador", explicó.

En su primer partido anotó cuatro goles entrando en el segundo tiempo para remontar el partido que los suyos perdían dos a cero. Después, a los diez años, se fue al Nacional donde acabaría siendo el máximo goleador en las categorías inferiores del equipo. Su madre recuerda cómo le llaman en la familia, con el apodo "Cheo", por sus hermanas. Después le conocían como "Meme" y en su equipo, en Nacional, como "Salta", por su ciudad natal.

Esfuerzos para llegar a los entrenamientos

"Nunca tuve que llamarle por la mañana para ir a entrenar. Se levantaba solo, siempre fue responsable, lloviera o no. Si no tenía plata para el transporte, lograba convencer a alguien", explicó Sandra. La misma que afirma que su hijo detestaba perder incluso cuando era pequeño: "Odiaba perder: se enojaba cuando no podía hacer goles, odiaba perder. Su impaciencia le llevaba a usar siempre la misma táctica, que era ponerse delante del portero y tratar de pelearle la pelota".

Sin embargo, para su progenitora el día más difícil fue cuando su hijo se fue a jugar a Holanda. "Un día lo llamé y me dijo que estaba reunido con unos holandeses. No me lo podía creer. '¿Me estás tomando el pelo?', le dije. Es muy bromista y pensé que me estaba engañando. Pero más adelante, estando en el hospital porque mi hija había dado a luz, volvió a llamarme. 'Me voy el lunes para Holanda'. Así, de golpe. Volví a casa andando y me pasé todo el trayecto llorando, pensando que solo tenía 19 años", concluyó.

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