Si alguien pensaba que las irregularidades y falta de confianza del FC Barcelona en LaLiga 2020-21 no se iban a reflejar tarde o temprano en la Champions League, este martes recibió respuesta. Las goleadas obtenidas contra Dynamo Kiev, Osasuna y Ferencvaros de forma consecutiva no fueron más que un espejismo, un pequeño oasis en mitad del desierto.

Tres parches de silicio que parecían regenerar los tejidos de un equipo descompuesto, prepararlo y acicalarlo para un nuevo ridículo que no tardaría mucho tiempo en llegar. Lo sucedido en Cádiz fue la actuación 'telonera' de lo acaecido la noche de este martes en el Camp Nou, en un contexto europeo que antes llenaba de ilusión y esperanza a todos los culés, y que ahora sólo encarna nuestras peores pesadillas.

0-3, adiós al primer puesto del Grupo G, a escuchar por partida doble el 'siiuuu' de Cristiano Ronaldo (con dos penaltis, cosa que da aún más rabia) e irse a dormir con un olor a impotencia y podredumbre que no se va ni con agua caliente. Pasan las semanas, llegan las oportunidades y el Barça sigue sin levantarse. Y cuando parece que poco a poco lo hace, que el optimismo empieza a regresar y los rayos de luz iluminan el cielo de Barcelona, de nuevo llegan los traspiés, la tormenta y los goles encajados de todas las maneras posibles, a cada cuál más ridícula.

La pregunta ya no es cuándo se levantará el Barça, sino más bien si será capaz de hacerlo. ¿Nos encontramos acaso ante el preámbulo de una nueva temporada en blanco? Se hicieron muchos cambios en verano, pero da la sensación de que los deberes realizados no fueron de sobresaliente. Se ha apostado por jugadores jóvenes que aún necesitan adaptación y mente fría.

Y los veteranos, los que deberían tirar del carro, cada vez tienen menos fuerzas (y posiblemente ganas) de hacerlo. Hay veces en que el cambio de ciclo no se produce tan rápido como se espera, que se necesita un largo tiempo para recuperar la mejor versión de un equipo grande. Que se lo digan a Manchester United, AC Milan o al propio Real Madrid, que tampoco es que esté mucho mejor que el Barça hoy por hoy.

El FC Barcelona compite además contra los ecos de su pasado, pues tiene un legado que nadie más posee: el de haber sido capaz de generar el mejor equipo de la historia, el que brilló con un juego más espectacular y durante más tiempo, ganando títulos y 'fans' por todo el mundo. Recuperar eso puede ser misión imposible, como quien intenta sustituir el primer amor de su vida por uno nuevo. No nos engañemos. Puede que ese sentimiento, esos grandes éxitos, ya no lleguen nunca más con la misma intensidad.

Sangre, actitud, personalidad, orgullo... EQUIPO

Eso, sin embargo, no quiere decir que el Barça tenga que dejarse ir. No, eso nunca. Ronald Koeman es una persona con sangre, carácter y personalidad. Y, si quiere comerse los turrones, es hora de pegar cuatro gritos en el vestuario (todas las veces que haga falta) para que los jugadores cambien el chip y se convenzan de que, a base de trabajo duro y de dejarse la piel, los buenos resultados llegarán con regularidad.

Y la fórmula no vale para racha de dos o tres partidos, sino para meses de competición. El FC Barcelona no puede achantarse ni hacerse pequeño. Es hora de sacar el orgullo y de que, quienes verdaderamente sienten los colores y tienen una personalidad ganadora, tiren del carro. La crisis de LaLiga ahora ha contagiado al equipo en Champions League. Pero para toda enfermedad hay una cura. Sólo hay que encontrarla, cueste lo que cueste.