El fichaje de Memphis Depay es un claro mensaje a Antoine Griezmann. La incorporación del ariete holandés le abre la puerta de salida al francés. Ambos jugadores comparten la misma posición en el campo, y Ronald Koeman ya ha elegido a su jugador: prefiere a su compatriota. Es lógico. El rendimiento de Griezmann en el equipo no ha estado, en las dos temporadas que lleva en el Camp Nou, a la altura de las expectativas.

Dicho trabajo realizado por el francés en el FC Barcelona, tampoco corresponde al precio que desembolsó la entidad catalana por su incorporación: 120 millones de la cláusula más 15 de penalización al Atlético de Madrid. El porcentaje es desolador: 0,37 tantos por encuentro. Nada que ver con su trascendencia en el Atlético, donde marcó 133 goles en los 257 partidos que disputó como rojiblanco (a una media de 0,51 tantos por encuentro).

En caso de que Griezmann se hubiera convertido en una pieza indiscutible para Valverde, Quique Setién o Ronald Koeman, hoy no estuviera en el mercado de fichajes. Pero el internacional galo, aunque ni a él ni a su poco recomendable entorno les guste saberlo, lleva puesto el cartel de transferible. Especialmente tras la oficialización de la llegada de Depay.

Por ahora, respira

Mientras dure la Eurocopa, el Barça no moverá sus fichas. Espera a que Griezmann se revalorice en la competición continental con su selección (marcó el gol del empate ante Hungría) para poder darle salida a un precio más alto. Con Ousmane Dembélé lesionado (puede tener que pasar otra vez por el quirófano) y desaparecido Coutinho, Griezmann es el único de los tres grandes fichajes de Bartomeu que aún puede tener mercado,

No será sencillo, especialmente porque aún no está amortizado (faltan 70 millones de euros) y porque su salario (20 millones de euros netos anuales) es desorbitado. Actualmente no hay club europeo, salvo que sea el PSG tras deshacerse de Kylian Mbappé y busque un recambio, que esté dispuesto a asumir tales cifras.