Hace tres semanas, muy pocos vislumbraban la posibilidad de que Luis Enrique iba a salir aclamado por la afición de un estadio. Esto fue lo que terminó por ocurrir en el Parken danés, después de la sufrida victoria española ante una aguerrida Croacia.

Los gritos de ánimo de la afición hacia el seleccionador español retumbaron y se escucharon con bastante claridad, y más con el ambiente de exaltación del final del choque. Ya de regreso en Madrid, con motivo de la comida de la conjura en la Puerta de Alcalá, el sentir hacía el míster de “La Roja” comenzaba a ser diferente.

En los dos primeros partidos disputados por España en La Cartuja, en el momento en el que el nombre de Luis Enrique se dejó sentir por el estadio, los pitos aparecieron por parte de la gran mayoría de los hinchas que asistieron al partido.

La onda “anti Luis Enrique se encontraba en plenitud y se cuestionaba todo lo que éste hacía por parte de la prensa y, como es lógico, por los aficionados del deporte rey. Los motivos, muy diversos, aunque una gran parte de las críticas eran por el tema de la camiseta de los jugadores convocados y no convocados de determinado club más que de lo que ocurría con la selección.

Pese a ello, Luis Enrique ignoró todo lo que se decía y se limitó a seguir trabajando, huyendo de toda polémica, pero tomando las decisiones que creía más conveniente para que el combinado español siguiera avanzando en la Eurocopa.

Poco a poco los abucheos fueron cambiando. Primero por un enorme silencio, para dar paso a una eufórica aclamación de la gran parte de los aficionados, que ya no veían a Luis Enrique como una mala suerte de enemigo, si no como quien es el encargado de tomar las decisiones para que la selección coseche victorias.

El técnico no cambió

No ha sido un camino sencillo, pero lo cierto es que el técnico español no ha parece haber hecho ningún cambio en su guion. Ni sobre lo que ha dicho, ni en las decisiones que ha tomado, en las que una y otra vez ha intentado que todos se sintieran cómodos, felices y dispuestos a aportar si llegaba el momento, algo que ha sucedido con todos los jugadores de campo exceptuando a Diego Llorente, De Gea y Robert Sánchez.

Los goles y el buen juego de España en sus dos últimos partidos han dado paso a una comunión en la que pocos veían como algo posible apartando a los jugadores y al propio entrenador. Ahora la afición, a la que se reclamó apoyo al entrenador y a la selección, ya está de su lado, sus modos, sus formas de jugar fútbol.