Ansu Fati está de moda porque regresó con gol, claro que ese es solo el ejercicio final de una sesión larga y complicada que mantuvo el canterano desde el día del debut hasta su segunda nueva aparición con el primer equipo, usando ese escudo del Barcelona que ahora debe sentir más propio que nunca.

Tras casi un año fuera de combate, Ansu Fati se dispuso a tomar minutos oficiales con el club y un nuevo dorsal, el 10, que más allá de la confianza obvia que tienen en el chico, también respondió al golpe de efecto que buscaban dar en el aficionado, así como el paso adelante con carácter que dio el propio jugador.

Volvió como si jamás se hubiese ido, marcando goles, con atrevimiento, descaro, velocidad y eso sí, más fuerza, porque el cambio físico que presentó lo acerca mucho a lo que un jugador en Primera División debe tener y la magia, ya es algo que viene de fábrica, así como la cábala que tiene con el Camp Nou.

El arco de Travessera de les Corts y Ansu Fati mantienen un romance como pocas veces se ha visto en el fútbol, aunque sí en las historias de los que están llamados a ser protagonistas de este deporte y marcar una época, esas estadísticas que arrancan el sueño de la vista para sorprenderse en plena época de Cristiano y Messi.

El canterano acumula 14 goles con el Barcelona y si ya la estadística parece bárbara para el tiempo de juego que atesora, será mucho más cuando se recuerde que nueve de estos, marcados en el Camp Nou, han sido en la misma portería, la mencionada en el párrafo anterior y que seguramente quede en los libros de su trayectoria.

Oxígeno

El regreso de Ansu Fati marca un momento importante en la carrera del jugador al ver como en 10 minutos pudo recuperar sensaciones y confianza, de hecho es un mérito propio porque el equipo parecía conforme con el 2-0 en el marcador mientras que el 10 entró como un bólido buscando cada oportunidad.

Un regate al primer balón, un córner en el primer acercamiento y un robo entre dos jugadores marcaron el camino de Ansu Fati para volver a agitar la red, que se ahogó ante el grito de un estadio que celebraba aquel gol como el de una final de Champions, con rabia, ilusión y muchas cosas contenidas.